Yo tengo esa cosa rara que se llama sentimientos y además, tengo otra cosa más rara y que se llama, repecto a los muertos. A los muertos aprendí a respetarlos desde pequeñito y cuando ya mamaba de la teta de mi madre y porque en mi Galicia natal y en mi familia, el respecto hacia los muertos era la primera ley de dios y todo el paripé que se hace en torno a los muertos lo aprendí a pies juntillas. Y yo parto de que es un paripé o un cuento mal contado, pero mientras piensas en eso, el muerto sigue ahí, sigue ahí muerto y cada vez está más frío. Un muerto no habla y porque no puede, pero el calor de su cuerpo va trasmitiendo su grado de mortandad y si aún está caliente, el muerto aún puede oír algo o sentir o ver.
O sea yo pienso y no sólo yo, que la muerte es un estado hacia el más allá y por tanto, es un proceso que tú sólo puedes identificar por el calor o frío que transmite su cuerpo y si el muerto ya está tieso como una mojama, ya no te puede oír, ni escuchar, ni comprender. Al muerto lo debes coger crujiente y calentito, bueno si quieres que él te escuche. Y además hay que tener en cuenta el factor externo, es decir, el clima humano que se crea a su alrededor, pues yo parto de una cosa, si tú le ayudas con tu calor en su viaje estratosférico, él lo agradecerá más adelante. ¿O que nos pensamos, que el muerto no se entera de nada?.
Pues si se entera y además lo apunta y cuando él salga a pasear por esos montes de mi Galicia y presididos por la Santa Compaña, que no es santa y que es más bien meiga o bruja, vendrá acompañado de su séquito para buscarte y como te encuentre, te separará la cabeza del tronco y para arrancarte de cuajo el alma. Bueno, no hacerme mucho caso, pues yo procedo de una familia en donde los muertos hablaban y el que se quedaba vivo se ponía de luto eternamente y mi abuela andaba por su casa con una ristra de ajos colgada y de vez en cuando nos contaba las conversaciones que había tenido con el difunto de su marido.
O sea yo pienso y no sólo yo, que la muerte es un estado hacia el más allá y por tanto, es un proceso que tú sólo puedes identificar por el calor o frío que transmite su cuerpo y si el muerto ya está tieso como una mojama, ya no te puede oír, ni escuchar, ni comprender. Al muerto lo debes coger crujiente y calentito, bueno si quieres que él te escuche. Y además hay que tener en cuenta el factor externo, es decir, el clima humano que se crea a su alrededor, pues yo parto de una cosa, si tú le ayudas con tu calor en su viaje estratosférico, él lo agradecerá más adelante. ¿O que nos pensamos, que el muerto no se entera de nada?.
Pues si se entera y además lo apunta y cuando él salga a pasear por esos montes de mi Galicia y presididos por la Santa Compaña, que no es santa y que es más bien meiga o bruja, vendrá acompañado de su séquito para buscarte y como te encuentre, te separará la cabeza del tronco y para arrancarte de cuajo el alma. Bueno, no hacerme mucho caso, pues yo procedo de una familia en donde los muertos hablaban y el que se quedaba vivo se ponía de luto eternamente y mi abuela andaba por su casa con una ristra de ajos colgada y de vez en cuando nos contaba las conversaciones que había tenido con el difunto de su marido.
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