De repente se apagó mi luz, se apagó mi llama y no fue el viento, ni fue el soplo de un grotesco gigante, mi llama se apagó porque yo me fuí hundiendo en las entrañas de mi desconocimiento. De repente se apagaron mis ideas y yo entré en el desconcierto, ese que dicen que se tiene cuando te abraza la nada o cuando te pierdes entre las arenas del desierto y de repente, no hay historia, ni versos, ni hostias, sólo hay la soledad del invierno y esas largas noches sin luna. La vida ya me ha regalado mucho, ya me concedió varias vidas y en todas y en cada una, me concedió el don de la supervivencia y me dijo: o sigues malviviendo o empiezas de nuevo y yo escogí, malviviendo.
Durante años elegí el lado más oscuro de la vida y allí, aprendí a convivir con parásitos, con culebras rastreras, con don nadies, con ratas sin dientes y con gaviotas sin alas y siempre dentro de los basureros, siempre rodeado de muebles viejos y decrépitos, de sartenes oxidadas, de neveras sin frío, de estufas inertes, de hierros, de plásticos, de mugres desconchadas y allí olvidé que tenía sueños e ideales, que sólo valía el momento y que el mañana no importaba, que de noche y con una buena dosis todos los gatos son pardos o negros.
Que en fin, que durante unos años me deslicé por la inmundicia de la vida, que el único fin era el ponerse ciego y el quedarse en blanco, pues el pensamiento dolía y ¡como dolía!. Pero a pesar de todo esto, yo sigo aquí, sigo aquí viviendo y disfrutando de lo que no pude o no quise disfrutar antes. Por tanto ahora tengo ansias de vida, tengo entusiasmo, tengo la sabiduría del lado negro y ese es mi tesoro escondido: ¡que sigo viviendo gracias a la vida!.
Durante años elegí el lado más oscuro de la vida y allí, aprendí a convivir con parásitos, con culebras rastreras, con don nadies, con ratas sin dientes y con gaviotas sin alas y siempre dentro de los basureros, siempre rodeado de muebles viejos y decrépitos, de sartenes oxidadas, de neveras sin frío, de estufas inertes, de hierros, de plásticos, de mugres desconchadas y allí olvidé que tenía sueños e ideales, que sólo valía el momento y que el mañana no importaba, que de noche y con una buena dosis todos los gatos son pardos o negros.
Que en fin, que durante unos años me deslicé por la inmundicia de la vida, que el único fin era el ponerse ciego y el quedarse en blanco, pues el pensamiento dolía y ¡como dolía!. Pero a pesar de todo esto, yo sigo aquí, sigo aquí viviendo y disfrutando de lo que no pude o no quise disfrutar antes. Por tanto ahora tengo ansias de vida, tengo entusiasmo, tengo la sabiduría del lado negro y ese es mi tesoro escondido: ¡que sigo viviendo gracias a la vida!.
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