AQUÍ ME QUEDO

Pensar no es pecado, pensar debía ser como el comer y entonces: o piensas a te mueres de hambre y por inanición de pensamientos. Pensar tendría que ser nuestra primera ley y nuestro primer conocimiento, pensar debería estar antes que el gateo, claro que para gatear primero hay que pensar, porque sino lo haces, te matarás a hostias. Por tanto, primero mandan los instintos y porque son la herencia de otros pensamientos, pero después y justo después, está el proceso de los pensamientos, nuestro propio proceso y lo que te lleva a decir, por ahí no, porque me mato y por ahí tampoco, porque va a doler. La verdad es que somos máquinas pensantes y lo único que tenemos programado, es lo que nos enseñaron de otros tiempos y que viene en el kit de lo heredado.

Pero a partir de ese momento, de ese momento en que funcionas como un robot, la cosa viene suelta, viene muy suelta y ahí, es donde empieza a actuar el proceso del pensamiento y que ates y unas más o menos hilos, va a depender de como te apliques el cuento del pensar. Hay personas rápidas de pensamiento y que casi pillan las cosas a la primera y hay los que necesitan un proceso más lento para llegar a las mismas o parecidas conclusiones. Hay muchos tipos de velocidades mentales y no siempre la más rápida es la que más acierta y por precipitarse o por lanzarse al vacío sin paracaídas. Pero tampoco el lento por el hecho de ser lento, va a acertar más.

Digamos que dentro de la inteligencia hay otros factores que sumar, a esto algunos le llaman inteligencia emocional o sea, que se necesita tener poder de observación y así aplicar tus conclusiones en el momento justo y más necesario. Es decir, hay que observar a los demás y como funcionan y que quieren hacer...porque sino será como predicar en el desierto y tus conclusiones te las tendrás que comer con o sin papas...Y ahora el problema está en que no sé adonde quiero llegar, si apearme aquí y justo aquí o dejarme llevar por la cadencia de mis palabras...pero bueno, era una simple reflexión sin importancia y por tanto, aquí me quedo.

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JULIO CORTÁZAR