¡QUÉ MÁS DA!

Lunes lunero... y de nuevo me acude la dejadilla de una de mis antiguas novias. Fue su herencia conmigo, bueno hubo muchas más cosas, pero desde mi último reseteo mental, creo que na ha quedado más que esa triste frase. Pasé por la depuradora todos mis recuerdos con ella y mira que los tenía grandes y espléndidos, pero mi frustración con ella se agudizo a raíz de nuestro último encuentro dialéctico (a través de correos). Una pequeña serie de correos y mi idea quedó muy clara: no hay nada más que hacer. Que voy hacer con alguien que no ves desde hace 40 años y que te recibe como a un simple conocido, como a un novio de Uni (Universidad), que sí, que era muy simpático y entrañable, pero que claramente te sitúa como una aventura más de su juventud.

¡Joder!, pasé años suspirando por ella, pero años...y ¿para qué?...De todas formas después de años pasó a formar parte de esos recuerdos hermosos, idealizados, endiosados y entonces, ese recuerdo quedó escondido en el desván de los amores inacabados. O sea, pasé a no sufrir más. Pero a lo que yo iba, no sabéis la ilusión que me hizo el volver a saber de ella, habían pasado casi 40 años y desde luego a esas alturas no quería acabar nada, simplemente quería cierta complicidad, la que nos unía por aquella historia...pero no, tu muchacho fuiste mi novio de la Uni y nada más.

Vamos, como si yo quisiera follármela, como si quisiera volver atrás. No sé, yo persigo tantos ideales que a veces creo que me confundo y pido complicidad donde no la hay. Entonces, el tema estaba dentro de mi cabeza, yo pensaba, yo creía, yo sentía, yo quería volver a conectar. Me está bien empleado y para que después se diga que en la vejez no se aprende. Ésta es mi versión de los hechos y la de ella no sé cual es, pero ¡qué más da!.

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