Entre los dedos que recorren mi piel,
me quedo con todos,
desde el más lúcido hasta el más obtuso,
desde el más cuerdo hasta el más loco,
desde el más agudo hasta el de pronostico más reservado,
me sirven todos
y además, tengo derecho a ello...
He currado como un descosido,
he pintado demasiado fuera de sitio,
he leído hasta lo que no está escrito,
he escuchado y con la paciencia de santo job,
he escrito inmensos y largos manuscritos,
he luchado como un jabato encabronado,
he mordido pólvora en los caminos,
he atacado... me han atacado,
me he defendido... he contraatacado,
he dejado restos de mis carnes y partes de mis huesos...
Y todo esto suma y suma y mucho,
y todo esto me da todo el derecho a exigir
que todos los dedos que acarician mi piel
(aunque muchos de ellos sean figurativos),
lo sigan haciendo
y es más,
que no falte ni uno.

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