A veces cuando toso,
me ahogo en un vaso lleno de mocos
y entonces me acuerdo de aquellos viejos tiempos
tiempos de agua, frío y lluvia
mezclados con algunos días de hambre
y con otros (la mayoría) desbordantes de ciego entusiasmo.
Terrible humedad bajo las sábanas,
sábanas alicatadas y tiesas y como una tercera capa de piel,
noches donde la vida no importaba mucho,
todo era futuro,
todo era esperanza,
todo era mirar al mañana
y el mañana estaba muy cerca del cielo,
si es que no lo atravesaba...y lo sobrepasaba.
Días de revoluciones pendientes,
de largas marchas,
de manifestaciones,
de reuniones y discusiones soporíferas,
de dormir despierto,
de no andarse por las ramas,
de ser un joven estudiante con el mundo en tus manos,
de atravesar paredes y muros,
de hacer el amor con la puerta abierta,
de mirar a los ojos de ese alguien con el que estabas,
y de no encontrar respuestas a casi nada...
Las respuestas vendrían después,
respuesta una,
sobredosis de realidad palpable
respuesta dos,
la revolución seguiría pendiente
y es más, sigue pendiente
respuesta tres
todo lo anterior se tambalearía
y hasta el día de hoy
en que todo sigue temblando en el mar de las dudas.
Pero que quede muy claro
que la revolución sigue pendiente.

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