AUTOMATISMOS

 


Me repongo y me compongo lo mejor que puedo,

me lavo y me visto despacio,

echo una mirada rápida y fugaz en el espejo
y para ver si he cambiado un poco,

pero entonces me digo:
¡estoy listo para empezar el día!.



Es el día a día,

es lo cotidiano, 
son las pequeñas manías del día a día,

es lo estipulado en el último convenio de lo establecido
o es (para ser más sincero) un puro automatismo robotizado

y es hacer esto primero y después lo otro
y en una cadena dependiente el uno del otro

y en ese orden predeterminado por el miedo
y por la desconfianza.



A veces me pregunto,

el porqué no me salto ese orden establecido,

y me rebelo contra él,

primero, haciendo un par de amagos de revuelta,

(para engañar al enemigo)...

lo que pasa que al final y sin darme cuenta,
cuando tengo que dar el salto mortal y definitivo

acabo agachando la cabeza 
y sin más, vuelvo al redil,

y como una desobediente ovejita descarriada
pidiendo perdón.



No sé muy bien el porqué,

no sé porqué uno necesita tener esas pautas,

y doblegarse ante una disciplina tan férrea y tan sin sentido,

no lo sé, 

de verdad, que no lo sé
pero si sé,

es que si no sigo el carril marcado 
y perfectamente delimitado,

me pierdo en las fauces de cualquier boca de metro.

 Y de ahí al psiquiátrico
sólo queda un paso.
Creo que hay una línea de metro
que da directamente al pabellón de los locos incomprendidos...
Sólo que tiene otro nombre.

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JULIO CORTÁZAR