Allí en A Coruña, el viento sopla que pela y éste cucurucho de edificio estaba construído frente al mar, dando la cara (océano Atlántico), y cada vez que el viento se cabreaba (que en otoño e invierno, eran muchas veces) había pequeñas oscilaciones en todo el edificio, no eran grandes movimientos pero sí pequeños vaivénes. Aparte que el viento se filtraba por los resquicios de las ventanas, que eran muchos y grandes, sobre todo por ser casa alquilada que no se repara con muchas ganas. Así que el silbido del viento era la música de fondo, que suena muy romántico pero cuando la tienes todo el día pegada a tu oreja, es para volverte loco. Ahora las vistas, las vistas eran perfectas, eran unas grandes vistas, y lo más curioso de todo, es que para mí la mejor vista no era el mar, la mejor vista para mi, era las vistas de la ciudad. Desde allí arriba, dominando la ciudad, las luces de neón, los semáforos de colores, los faros de los coches, las luces de las casas, era un paisaje completo, un paisaje de urbanita.
Yo no tengo que olvidar, que al mar, lo he visto por todos los lados y por todos los ángulos y desde todas las perspectivas, por tanto, verlo desde la cima, me gustó, claro que me gustó, pero no pasó de gustarme y en cambio, ver a la ciudad desde allí arriba fue una alucinación a colores, además que esa vista te ponía y como te ponía, te llenabas como un pavo real al ver al mundo rendido a tus pies, ¡que sensación de poderío!. La misma sensación o parecida, la tuve hace poco, cuando en Barcelona subí a la torre de telecomunicaciones o torre de Norman Foster, sí, el que se casó con aquella tía que por la tele nos daba lecciones sobre el sexo, que manda carallo, lecciones sobre sexo, pero bueno alguien tenía que darlas, además que su principal virtud es que era una comunicadora muy buena, lo del sexo sólo era el guión que le tocaba. Pues éste pirulí está en la parte más alta de Barcelona y se tienen que subir doce plantas y entonces desde allí arriba te sientes el amo del mundo y del cotarro, ¡que sensación!, ¡que plenitud!, ¡que borrachera de los sentidos!. A éste pirulí se debe subir cantidad de veces el Artur Más, para ponerse y sentirse el amo de Cataluña, pues no sólo se ve Barcelona, también se ven las grandes ciudades de su alrededor, el que llaman el cinturón industrial de Barcelona..

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