MIS PRIMEROS AMIGOS


 Mis primeros amigos, no eran mis amigos uno por uno y lo eran en su conjunto, lo eran dentro de aquella pandi de impresentables que en su conjunto era la banda de mi barrio. Y había que ser amigo de todos y porque aquél concepto cerrado que había de la pandilla, no sé podía ni se debía romper por ningún lado y todos teníamos que ser así de globalizados. No podías tener un amigo que fuera más amigo que los demás, ni que te salieras demasiado del barrio y que tuvieras más y mejores amigos que no fueran de ese barrio. La fidelidad era un sello que te salía demasiado cara y el que no entendiera esa ley no escrita, tarde o temprano las iba a pagar y eso quería decir, boicots, quitarte el saludo, amenazarte sutilmente o descaradamente, llenarte de insultos cuando pasabas por su lado, tirarte piedras de vez en cuando, reirse en tu cara, ponerte la zancadilla, esperarte en el camino que iba al colegio y para hacerte una emboscada y ponerte lindo de hostias. Y esto que describo lo sé, porque yo lo padecía con mi primera pandilla de amigos de barrio. Yo en el verano desaparecía del mapa y llegaba el mes de Junio y llegaba una camioneta a mi casa, que su llenábamos de muebles, de ropa y hasta el gallinero nos llevábamos y esa era todo una excepción en ese barrio o en culquier barrio que se preciara de ser barrio y porque nosotros nos íbamos a veranear a la casa de la playa y que más era una casa de aldea que estaba situada a 500 metros de la playa. 

Pues ese simple hecho, era un verdadero pecado ante la panda de mi barrio y por eso y poco a poco me fueron cogiendo manía y me iban tratando y de cada vez más como si fuera un niño bonito que se había ido a vivir al barrio que no le tocaba. Yo, que adoraba la casa de la playa o de la aldea y porque para mí eran cuatro meses en que mi lema era que disfrutara hasta su máxima expresión. Más tarde también se juntaron otros factores que sumados a los anteriores, hicieron que esta panda de energúmenos me hicieron que mi vida fuera casi imposible de vivir. Mi santa madre y que en paz descanse, también me ayudó mucho en éste aspecto y un día se chivó al vecino que era un policía, de esos chavales de aquella pandi y cuando él y su familia estaban ausentes, todos ellos, menos yo, entraban en el jardín de su casa y ese era una especie de desafío que nunca fui capaza de entender muy bien, pero al caso al que íbamos, es que un día llamó al vecino pasma y se chivó de que su jardín estaba siendo invadido por una panda de chavalesy como yo estaba en mi casa y porque estaba castigado por algo que ahora no recuerdo, pues ellos cuando me vieron enseguida pensaron que yo me había chivado a mi madre. Y que yo había la causa y el motivode la paliza que les dió el pasma y sin ninguna contemplación. Les dejó marcas de cinturón hasta en el paladar duro y blando. 

Y entonces, sumados todos estos hechos, me pusieron el sello de chivato. Y a partir de ahí nadie de mi pandi volvió a hablar conmigo. Era un puto chivato de mierda, un traidor que les había clavado un puñal por sus espaldas y ero lo peor que se podía ser dentro de un puto barrio. Y yo me acuerdo muy bien de como se había desarrollado todo este asunto y estaba castigado en mi casa y teníamos la ventana abierta y junto a ella yo hacía que estudiaba y en eso que escucho risas y palabras inconexas al otro lado del muro de mi casa y alli estaba toda aquella pandi de imnombrables, pero eso a mí no me importaba nada, yo no era un chivato ni nunca la sería. Pero en una de esas llegó mi madre donde yo estaba y para controlar si estudiaba algo y cuando de repente entraron risas y ruídos extraños por la ventana abierta y no le costó mucho a mi madre, saber que al otro lado del muro había unos cuantos intrusos que tenían voces agudas de chavales. Y sin más, hablo en alto y para sí misma se dijo: Ahora mismo voy a llamar a Clemente, que así se llamaba el pasma que pegaba con el cinturón y como si no hubiera un mañana. Y entonces yo me puse todo loco, pidiéndole y rogándele, que no lo llamara. Pero no me hizo ni el mínimo caso y se fue al pasillo donde estaba instalado el teléfono fijo y simplemente lo llamó y se lo dijo. Yo intuía las posibles consecuencias que éste tema iba a tener conmigo y como mis primeros amigos era toda una panda de descerebrados, pues les resultó muy fácil señalarme como un chivato y a partir de ahí cambió mi vida dentro de aquél barrio. Aunque tengo que decir, que de todo se aprende y allí tuve que aprender y a marchas forzadas, como tenía que defenderme de esas agresiones a las que fui sometido, aprendí a morder donde menos se suponía pero siempre eran donde más dolía y mientras me daban de hostias yo estaba pensando en como coger a alguno de ellos de los huevos y para arrancárselos de cuajo, aprendí a meter un dedo en la llaga del enemigo o dentro de un ojo y mientras le escupía en su boca. Me hice todo un luchador de calle y estudiaba trucos y las debilidades del enemigo. Y ellos eran tan valientes que siempre iban cuatro o cinco y el que siempre salía peor era yo, pero siempre me aseguraba que alguno de ellos, también recibiera su buena dosis de hostias.















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JULIO CORTÁZAR