Y llegó un día en que me tuve que ir,
estaba hasta los huevos de pensar
que el amor era cosa de dos
y aquello era un amor de tres
de tres en cadena
y uno quería a la otra
y la otra quería al siguiente
pero también quería al que iba de primero
y ese es un juego muy peligroso
sobre todo para los que juegan de extremos
y con una reina en el medio
y cuando me pusieron al borde del desfiladero
y ella, la que era reina de la película, me preguntó,
que si yo me quería irme con ella
yo le contesté
que yo no podía sustituir al tercero en discordia
y hacerme pareja de ella
que nuestro amor tenía que ser libre
y libre de prejuicios y sin ataduras a la vista.
Mi planteamiento era el siguiente,
primero seamos libres
y eso significaba dejar a la tercera persona implicada
y una vez libres del todo
veríamos como nos iba
y en ese momento tomaríamos decisiones.
Pero no pasó nada de eso
y porque ella decidió seguir con el tercero,
que era su pareja oficial
y mientras lo nuestro se iba por las putas alcantarillas del miedo.
Pudo ser algo
pero al final, todo se quedó en nada
y ahí se volvió a demostrar
que el miedo tiene más fuerza que el amor.

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