Brrrrrrrr...Bruno y no Torrebruno de los cojones. Bruno que no Javier, aunque a nivel oficial y porque así lo pone en mi partida de nacimiento, me llamo Francisco Javier y no Javier. Al final ando disléxico por la vida: algunos me llaman Bruno y otros, muy pocos, me llaman Javier, pero nunca me llaman, Francisco Javier, salvo con el DNI delante me llama la policía, pero también lo hace con mis apellidos. En resumen, Francisco Javier no me llama nadie (perdón, por la repetición), salvo en los papeles oficiales. Vamos a ver, Bruno fue mi nombre de guerra y cuando era un valiente luchador por las causas justas y como tal y porque vivíamos en la puta dictadura de Franco y arriba España, teníamos que movernos en la clandestinidad y eso traía consigo, que había que ponerse un nombre figurado y para que no te relacionaran con el resto de la peña donde militabas. Y ese nombre, era Bruno. Yo, era todo un luchador que formaba parte de las filas comunistas (de una sección comunista y revolucionaria). Nos hacíamos llamar, Movimiento Comunista, que como movimiento que era...al poco tiempo se paró y se paró definitivamente (al final, todo movimiento se acaba parando).
Pues de aquellas era un tío peludo no, era peludísimo y aguerrido, iba envuelto en una especie de trenca oscura y triste y porque así era la moda en aquellos tiempos, pero tenía por dentro, una ganas inmensas de comerme el mundo. Y con estos antecedentes que os acabo de mencionar, ¿como no voy a quedarme con el nombre de Bruno?. Si cuando era Bruno, era un tío valiente, inteligente, aguerrido y guapo. Pues en honor a ese Bruno, pues me llamo Bruno y no Vicente. Bruno, era un fumador empedernido y no hay foto en que no apareciera con un cigarrillo en sus labios (las cuatro fotos que tenía y porque ahora mismo debo tener una sóla foto mía). Era de larga melena ondulada, de frente amplia y despejada. Mis o sus ojos eran verdes aceitunados y mi sonrisa era tierna y a veces, tenía un deje irónico que sonaba a sorna (picarona). Era un luchador nato, todo el día luchando contra todo y de paso, me cagaba en todo y con sumo gusto. Pero sobre todo, era muy vitalista y la vida se me hacía demasiado pequeña. Era un perseguidor de sueños y hasta a veces, me anticipaba tanto a ellos, que muchas veces ocurría que las hostias que venían a continuación de esos inmensos sueños, solían ser bestiales. Pero si algo me enseñó mi madre, fue a ser cabezón, constante y terco. Por tanto después de cada gran hostia, el Bruno de los cojones, se levantaba con más fuerza o mejor dicho, con renovadas fuerzas. Claro que así fue, hasta que llegó la gran hostia (la casi hostia definitiva) y petó todo mi chiringuito revolucionario y por primera vez en mi puta vida, tuve la sensación de haberme quedado en pelotas.
Después de toda ésta epopeya, vino un período de total y absoluta decadencia: drogas, alcohol, droga dura, blanda, morada, negra, de amarillo chillón y barbitúricos en barriles y a toneladas. Bruno, se puso ciego de todo y hasta la misma bandera y por eso, casi dejó de ver. Pero más tarde se rehizo y de alguna manera volvió a ser el mismo Bruno de los cojones. Menos revolucionario o quizá más, ¿quién sabe?, menos o nada comunista, mucho mejor persona, más amable con la vida que pululaba a mi alrededor, más entrañable y más buena gente...pero su esencia seguía siendo la de Bruno. Y entonces...¿Como no me voy a llamar Bruno?. Y en mi lápida pondrá: "aquí yace Bruno y que os den por el culo".

No hay comentarios:
Publicar un comentario