Yo me concedo la venia,
y me perdono por mis pecados,
por los que hice y por los que hago,
y por los que tengo pendientes,
y así me libero de otra confesión futura.
Yo me concedo el perdón,
pues ya me he juzgado,
y he puesto sobre la mesa,
los pros y contras,
y los pesé en mi balanza de precisión,
de las que permite la ley,
y que están homologadas,
y el resultado fué sumamente igualado.
Pero mi voto es parcial,
parcial como la vida misma,
y siempre pesa más que el resto,
y es que en el fondo me da igual,
el como y el porqué fuí juzgado,
si yo soy mi propio juez,
y juro que no me condenaré,
aunque tenga que hacer,
un pacto con el diablo.
Me he concedido la libertad,
la libertad sin condiciones,
y ahora soy libre,
y libre hasta la médula,
y por eso no volveré a hablar,
de condenas ni de juzgados.

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