Emborracháme con tús labios rojos,
y muerde y suciona mi pezón izquierdo,
el derecho, lo dejo como guinda del postre,
o como botón de control de mis pasiones,
pues de sensible que es y con sólo tocarlo,
yo me abro como un melón,
y me derrito como un helado de mil sabores.
Colma mi sed de animal en celo,
y dame tú savia de tallo verde,
y hazme un lecho de flores,
de azucenas negras y tulipanes teñidos de añil,
y riégalo con esencias de jazmines,
y de azahares frescos y recogidos con tús manos,
y ponme una almohada de pétalos de rosas,
de rosas sin espinas y de blanco inmaculado,
y después cógeme con fuerza y asíame por el cuello,
y desabróchame la cremallera de mis deseos,
y hagamos, sin más, el amor sobre la cama.
Dime que sí, dime que sí,
dime que sí y a cambio me pides algo,
me pides pasión, que ya la tengo,
me pides ternura, de la que voy sobrado,
me pides la vida y ahi, si que me has dado,
la vida no es mía, es un regalo de los dioses,
y yo, como hormiga que soy,
y aunque valiente y contestatario,
no puedo rebelarme contra mi destino,
y el destino pone y con letras de oro fino,
que no, que no puedo dar mi vida,
y menos a cambio, de una pasión ciega.
La pasión está penada por los dioses,
y sólo la fé en ellos, tiene su premio.

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