Y ahora haciendo la comida observo mis movimientos y no son precisamente ágiles y rápidos. Son movimientos a cámara lenta. Hago las cosas, pero las hago con sumo cuidado. Es como si hubiera reducido mi velocidad diaria. Una marcha atrás o simplemente un paso atrás y para coger impulso. Puede pero éste proceso enfermizo que he pasado, me ha hecho rectificar y lo que hacía a la velocidad del vértigo, ahora lo hago al ralentí o sea que ahora
vivo, en otra dimensión.

Filosofía de vida o filosofía de andar por casa, pero da igual lo que sea, el caso es que las pulsaciones han cambiado. Me falta el ansia, el ansia de querer hacerlo todo, el ansia de comerme el mundo. Otra velocidad y otra película. En ésta última veo pasar las cosas y me da tiempo de entrar en los detalles y observo y veo y razono y me hago un plan. Antes me atropellaba entre los planes, un poquito de uno y otro poquito de otro y al final, un poquito de todo, pero sin realizar ninguno.
Ya digo que estoy lento y también estoy delicado. Cada cosa que hago, la hago con cuidado. Es como si tuviera miedo a descomponerme en átomos y moléculas. Ahora creo que me mimo y me cuido y quizá sea eso, que empiezo a valorarme. Me valoro, me quiero y no me adoro porque no tengo un loro, pero le voy a pedir a Nicolás Maduro el pajarito de Chávez. Un loro parlanchín y que siempre dice lo mismo: ¡Viva la revolución Bolivariana!.
vivo, en otra dimensión.

Filosofía de vida o filosofía de andar por casa, pero da igual lo que sea, el caso es que las pulsaciones han cambiado. Me falta el ansia, el ansia de querer hacerlo todo, el ansia de comerme el mundo. Otra velocidad y otra película. En ésta última veo pasar las cosas y me da tiempo de entrar en los detalles y observo y veo y razono y me hago un plan. Antes me atropellaba entre los planes, un poquito de uno y otro poquito de otro y al final, un poquito de todo, pero sin realizar ninguno.
Ya digo que estoy lento y también estoy delicado. Cada cosa que hago, la hago con cuidado. Es como si tuviera miedo a descomponerme en átomos y moléculas. Ahora creo que me mimo y me cuido y quizá sea eso, que empiezo a valorarme. Me valoro, me quiero y no me adoro porque no tengo un loro, pero le voy a pedir a Nicolás Maduro el pajarito de Chávez. Un loro parlanchín y que siempre dice lo mismo: ¡Viva la revolución Bolivariana!.
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