VERANOS Y VERANEOS

En la vida hay muchos detalles que se nos escapan. Hay momentos, hay situaciones, hay palabras, hay discusiones que a veces se perdieron por los resquicios del tiempo. Pero por suerte la vida también ofrece oportunidades de volver a acordarte y a veces una situación nueva te recuerda a otra ya vieja o sea a algo que ya has vivido, el dèjá vu, que se llama. Pues el día de hoy me recuerda a días vividos en mi infancia y sobre todo a días de verano.

Ya calienta el sol bastante y lo suficiente para recordarte al verano, por lo menos al verano de Galicia, que tampoco es tan caluroso. Los veranos en Galicia yo los recuerdo cortos y siempre interrumpidos por días de lluvia, pero los auténticos días de verano los recuerdo con calores profusos durante el día y con ese frescor tan agradecido al llegar la noche, eran veranos de que al llegar la noche tenías que ponerte un jersey o como decía alguno, una rebequita y al llegar a la cama, una colcha sobre las sábanas.

Esos fueron los veranos de mi infancia y de un trozo de mi adolescencia. Que por cierto hace poco me llamó una persona de aquella pandilla veraniega y me hizo rebrotar cantidad de recuerdos. Yo de todas formas los veranos los consideraba como una cosa extra en mi vida, como si fuera un regalo divino y todo porque en mi casa todo se calmaba y se relajaba. Ya no eran tan frecuentes las broncas, ni los controles, ni el como vas vestido, pues era todo como más fluido. Mi madre, que era la principal controladora, se ocupaba de la casa, de la huerta y de ir a la playa.

Mi padre iba a currar y salvo la hora de la siesta que era sagrada para él y también para nosotros y porque si lo despertábamos nos caía una bronca de cojones, pues por lo demás, disfrutaba también del entorno y  de su bodega. Desde aquella bodega de mi infancia, yo amo a las bodegas, su frescura, su olor a vino, su entrañable ambiente, todo se me hace envolvente. Yo ahora tengo un sótano, pero es un sótano y salvo su frescura faltan los demás ingredientes que hacen de una bodega el mejor sitio del mundo.

Pero bueno, yo hasta hace poco, unos dos años, no podía tener una Bodega en mi casa, pues yo era como los guiris ingleses, me lo bebía todo y lo que no había, pues también. Debe ser que hay un gen en mi familia, un gen borracho, pues en mi familia hay que contar al revés y ver quién era el que no bebía y por tanto ver el que era la excepción a la regla. Y yo tardé en empezar a beber, pero cuando empecé, ya no solté el biberón.

 Mis tíos, mis tías, mis padres, mis hermanos, todos éramos una linda familia de borrachos o de alcohólicos y no sé si anónimos. Y encima mi padre hacía vino, pero como era vino de casa se podía beber más que el agua. Y un día se acabó la producción propia, pero había otras producciones a la venta y todo era hacerse con ellas y  después solo había que beberlas. Ahora estamos desperdigados por la geografía española y además tampoco nos vemos, pero estoy seguro que la tradición familiar se mantiene.

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JULIO CORTÁZAR