Yo en éstas fiestas navideñas (ya pasadas por el aro), me acordaba y por eso de la nostalgia, que dicen que siempre se tiene, de mis fiestas familiares. De la de mis padres, de mis hermanos, de mis tíos y tías y de toda la parentela que nos juntábamos en esos días. ¿Buen recuerdo?, supongo. ¿Mal recuerdo?, pues también que supongo. Es difícil interpretar a los sentimientos y más cuando se llenan de burbujas, que al fin y al cabo, son burbujas y por lo tanto, explotan.
Pues eso en pleno burbujeo, me acordaba de las cenas de Nochebuena. De mi padre presidiendo la mesa, (como siempre), de mis tías que empezaban bien la cena y después sabe dios como acababan, de mis hermanos que siempre que podían tenían una disculpa para no ir a esa cena, de mi primito del alma que era más pijo y pedante que Santo Tomás de Aquino, de mi Madre con su cara de mala hostia por caerle todo el entuerto de esa cena.
Yo que sé, el ambiente era para echar cohetes y si te descuidas, hasta para hacer volar el Apolo V y al Papa Francisco y desde Cabo Cañaveral. Decían que era un ambiente de fiesta y lo era mientras duraba el efluvio del vino, después todo era pura decadencia lastimera. Claro que un rato después, llegaba el champán y eso despertaba hasta los muertos y venga a hacer brindis y más brindis y con cada brindis un buen trago de champán y hasta inundar a las agallas. Y así iban cayendo todas las moscas cojoneras que había alrededor de la mesa. Bueno el final era lo mejor..., quedabas tú al pie del cañón y sin más decidías que el irte a la cama, era lo mejor que podías hacer. Y pensabas..., que le den por el culo a la Nochebuena.
Pues eso en pleno burbujeo, me acordaba de las cenas de Nochebuena. De mi padre presidiendo la mesa, (como siempre), de mis tías que empezaban bien la cena y después sabe dios como acababan, de mis hermanos que siempre que podían tenían una disculpa para no ir a esa cena, de mi primito del alma que era más pijo y pedante que Santo Tomás de Aquino, de mi Madre con su cara de mala hostia por caerle todo el entuerto de esa cena.
Yo que sé, el ambiente era para echar cohetes y si te descuidas, hasta para hacer volar el Apolo V y al Papa Francisco y desde Cabo Cañaveral. Decían que era un ambiente de fiesta y lo era mientras duraba el efluvio del vino, después todo era pura decadencia lastimera. Claro que un rato después, llegaba el champán y eso despertaba hasta los muertos y venga a hacer brindis y más brindis y con cada brindis un buen trago de champán y hasta inundar a las agallas. Y así iban cayendo todas las moscas cojoneras que había alrededor de la mesa. Bueno el final era lo mejor..., quedabas tú al pie del cañón y sin más decidías que el irte a la cama, era lo mejor que podías hacer. Y pensabas..., que le den por el culo a la Nochebuena.

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