LAS HERIDAS

Hay cosas que se quedan clavadas en el fondo del alma y ya pueden pasar los años y aunque por el medio se produzcan algunos terremotos y erupciones volcánicas, da igual, pues al alma no se llega tan fácilmente y a los fenómenos exteriores le cuesta perturbar su integridad de diamante. Y es que si una cosa está clavada en el alma, quieras o no quieras, tarde o temprano saldrá y hasta puede que salga con más intensidad que en aquél momento. Las cosas son fáciles de dividir: unas son las cosas que pasan y que te lastimaron por fuera y las otras, son las que te destrozaron por dentro y éstas últimas sí o sí, no se olvidan, ni se podrán olvidar nunca. El daño, el maldito daño interior o el verdadero daño que abre tus carnes y te disecciona en dos partes y una, es lo que queda de ti y la otra es donde se acumula el resentimiento.

En realidad lo único que sé de todo esto, es que al daño interior hay que darle respuesta cuanto antes y si hay que destrozar a la otra persona o a las otras personas más vale hacerlo cuanto antes, pues con ello el resentimiento no habrá hecho tanta mella. En éste aspecto el paso del tiempo es contraproducente y lo que se podía decir con dos sencillas palabras, después se convierte en un libro abierto. Sí, hay que abrirse en canal, arrancar las vísceras con tus manos y ponerlas sobre la mesa y así y aún frescas y calentitas, decir lo que tienes que decir. ¿Total a que vas a esperar?, ¿a que con el paso del tiempo las cosas se duerman y caigan en el olvido?.

Y es que además pasa una cosa: ¡nadie olvida! y porque para olvidar primero hay que superar y resolver los viejos o no tan viejos entuertos. Uno puede apartar a una persona del medio pero sólo puede hacerlo físicamente, porque mentalmente es otra cosa y es que tarde o temprano aparecerá de nuevo y lo dicho anteriormente, aparecerá con más fuerza y en plan más retorcido. Y por eso, sea como sea hay que cerrar las antiguas cicatrices del alma y bueno, eso les pasa a gente como nosotros, gente que tiene alma y pensamientos, porque los que no tienen ni una cosa ni la otra, les da igual que las heridas cicatricen o que sigan sangrando.

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JULIO CORTÁZAR