Las estadísticas nos dicen mucho, pero a veces no nos dicen nada, pues hay parámetros que no se pueden medir con la estadística y porque son procesos muy internos y muy propios. Y acaso podemos hacer una estadística del querer o del amar o de la misma amistad, pues no, no podemos y porque cada uno interpreta el querer o el amar a su manera. Y menos mal, porque estaría bueno que todos tuviéramos que querer de una determinada forma o amar o follar y todos en la misma posturita. Hay cosas que se escapan a las estadísticas y que se escapan porque nuestro raciocinio es bastante limitadito y ni la ciencia nos podrá salvar de nuestra estupidez humana, que para mí, no es estupidez, es más bien una preciosa limitación humana.
Yo adoro lo humano y me gusta la inseguridad, y además, amo la duda y la no certeza y porque como humano soy dubitativo e inseguro. Hay gente o personas que odian el dudar y es más lo consideran cualidades de un ser inferior y por eso se hinchan como putos pavos reales. Me gusta la duda pero me gusta durante un determinado tiempo y lo digo, porque también adoro el poder de saber tomar decisiones a tiempo. Yo creo que todos sabemos cuando hay que tomar las decisiones y uno reconoce perfectamente cuando se ha pasado de tiempo y es que, cuando la duda empieza a sonar a hueco, es que te has pasado de tiempo.
O sea que también amo a las personas que saben decidirse y que se arriesgan a meter la pata, me gusta su valentía y su falta de miedo y entonces y concluyo hay un tiempo para todo: hay un tiempo para dudar y cuanto más dudes, pues será mejor o eso pienso yo y hay un tiempo de decisiones y de mojarse hasta los huevos o hasta las tetas. Y como se ve, esos tiempos no son incompatibles y en cambio, son complementarios, pero que tienen su tiempo y su momento y si uno no se hace bien, el otro también falla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario