¡Y QUÉ PASARÁ DESPUÉS...!

Pues ¡carajo! como pasan las semanas y los meses y los años y dentro de poco me veo encerrado dentro de un féretro. Y ahora me viene a la memoria que tengo que hacer mi testamento vital, ya que empiezo a estar en edad de alto riesgo y puede cualquier día me despierte tieso y rígido y yo sin aún decir que quiero que hagan conmigo. Bueno, la verdad es que después de muerto me importa un carajo lo que hagan conmigo, si me quieren embalsamar y dejarme tipo faraón momia, pues no me importa. Y si me quieren quemar, pues tampoco y ahí, solo pido una cosa: que mis cenizas sirvan para algo, desde abonar una planta o un árbol, hasta que que ayuden a alimentar a los peces del mar, pero nunca a los peces de una pecera, sino del mar y del océano Atlántico y a poder ser desde los acantilados de mis amadas Islas Cíes de la ría de Vigo.

Y bueno, si deciden encerrarme dentro de un féretro y para que mis gusanos se den un gran festín, solo pido tener buenas vistas y que sea en un precioso Cementerio al lado del mar. Como veis, parece que no pido nada, pero en realidad pido demasiadas cosas y lo pido ahora, porque después de muerto ¿qué puedo pedir?. Yo siempre tuve predilección por los Cementerios, siempre me gustaron, siempre me atrajeron, bueno los viejos cementerios herrumbosos, los que tienen las cruces medio caídas, los que tienen ramos de flores secas o podridas, los que huelen a humedades ancestrales, los que de sus lápidas caen chorreones de óxido y cagadas de palomas.

Y ese es mi dilema, que quiero que me reduzcan a cenizas y por otro lado, no dejo de pensar en la atracción fatal que me producen los viejos cementerios y porque me encanta su silencio y su aire a decadencia y por las demás cosas que antes dije. Aunque logro entender que después de muerto, ¿qué más da lo que hagan conmigo? y si me quieren enterrar ya puse mis condiciones y si me quieren reducir a puta cenizas, también lo he dejado claro y si me quieren embalsamar, que por lo menos me saquen a darme una vuelta de vez en cuando. Y ahora vino a mi cabeza aquella vez en que tres pirados robamos un coche fúnebre y a mi me tocó hacer de muerto y a las dos calles estaba la pasma y salimos por patas y menuda ¡gilipollada!. 

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JULIO CORTÁZAR