La ventana está abierta
entra la mañana en mi habitación,
los murciélagos del techo se desperezan medio adormilados,
las ranas que siguen en su charco,
dan grandes saltos de salutación,
mis penas que están a media altura
se disfrazan de seres invisibles
y a fuerza de hacerse invisibles,
dejan ver unas manchas de humedad,
un día de estos tendré que pintar,
primero, rascar
y después, pintar
y esto me lo repito y como si fuera un mantra de repetición,
y de paso y ya que estamos
tendré que encerar la puerta
y ponerla entre brillante y lustrosa (pero sin pasarse)
mientras el sol entra de cada vez más en mi habitación,
me da en la cara,
me da en los ojos,
me dispara luz solar en claros fogonazos,
y ya está y ya me siento invadido en mi intimidad,
salgo de la cama
y enfilo el baño
y después vendrá el día a día de todos los días,
sólo que cada día tendrá su determinado punto de sal.

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