De espiga, oro y lino,
son mis recuerdos de los molinos,
de aire comprimido era mi destino,
de nubes y sueños
era mi almohada en la madrugada,
hubo un verano de dicha...
recuerdo un septiembre lluvioso,
el viejo molino de siempre, sin aspas,
sólo recuerdo su pobre exoesqueleto de viejo,
la tabacalera del pueblo y su emparrado,
la iglesia modernista que era un insulto a la vista,
el perro que siempre labraba,
la vecina que día sí y día también,
estaba detrás de la ventana,
mi miedo a las serpientes y culebras,
mi atormentada mente que no paraba,
mi curiosidad por delante y hasta la muerte,
mis ganas de gritar que se quedaban en un doloroso pellizco,
el olor a vino y uva,
la vendimia siempre pendiente,
los aromas del otoño,
el gato negro que dormía en el tejado,
los pies siempre mojados,
la humedad que ascendía como un caballo desbocado,
la risa recatada de mi madre,
las palabras de mi padre,
los anocheceres en la bodega
y como no?
las mareas vivas de los septiembres de mi infancia.

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