
El bicho que me corroe por dentro,
no se parece a otros bichos que conocemos,
y que tampoco
hemos conocido en otros tiempos remotos.
No tiene la misma cola
y menos tiene el mismo rabo
y su cabeza es bicéfala,
tiene cuatro antenas
y unos ojos de color indefinido
y que huelen, más que nada,
a ojos asesinos.
El bicho que me corroe
tiene antenas parabólicas
y un morro que nadie se lo pisa,
habla un idioma parecido al arameo
y cuando se ducha
se descama casi entero.
Mi bicho es mi bicho
y al final,
hasta se le coge cariño a las serpientes más venenosas,
esas que de vez en cuando
anidan dentro de mi cerebro
y además, cuando levantan cabeza
os puedo jurar
que me entra un escalofrío alucinante
y que hace temblar hasta mis estructuras más sólidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario