-Richard Hayek-

 

Los que se van no se van del todo, se quedan con nosotros, muy adentro de lo que somos, hasta el final de nuestros días. Sus voces siguen por ahí, bromeando en algún rincón del cuarto, pidiéndonos otro café, meciendo la tarde, entremezclándose con los colores y aromas que vienen y van a lo largo de la calle. Se hacen nostalgia de aquéllos maravillosos años, también sonrisa repentina y cálida arropándonos tras el ventanal mientras llueve. Y se conservan intactos entre canciones viejas, sin tiempo, que la memoria suele cantarnos mientras bailamos al compás del silencio, rodeando la cintura del ausente, que sorpresivamente nos hace girar de dicha a través de un salón que existe, aunque no exista. Los que se van no se van del todo, siguen estando, aunque al cabo de los años los soltemos dejándolos ir, yéndose algo de nosotros con ellos. Los que se van nunca nos abandonan, no del todo, porque son voz, café, tarde, viento, aroma y calle; porque son nostalgia, sonrisa, lluvia, canción, dicha y baile; porque son recuerdos, momentos compartidos, pedacitos de vida que nos hacen vivir enteros de cara al ocaso.



 

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