Hay cosas que son demasiado tontas para ser contadas, pero dado que yo soy un tonto y desde los pies a la cabeza, pues voy a contar algunas de ellas. Por ejemplo un logro que es mas tonto que yo, es que he conseguido que a través de los años que casi nadie me llame por mi verdadero nombre y me llaman Bruno y no me llaman Javier que es mi nombre auténtico y de pura cepa, el que me pusieron mis padres y cuando me bautizaron en no sé que iglesia. En realidad mi verdadero nombre es Francisco Javier pero de Francisco Javier pasé a que me llamaran Javier a secas. Y un día y estando en mi Santiago del alma, mi aquél viejo amigo que ahora ya no es mi amigo y porque los amigos también se te van cayendo por el camino, pues el tío acababa de ver una peli con otro amigo que ahora mismo ni sé por donde anda, donde el protagonista se llamaba Bruno y los dos concluyeron que yo me parecía mucho a él y ahí se quedó la cosa. Al principio me dio mucha rabia y porque ¿quiénes eran ellos para cambiar mi nombre original?, pero poco a poco, me fue sonando mejor y porque me parecía más sonoro y porque para gustos están los colores. Y para cerrar ese círculo del todo, más adelante y como nos movíamos dentro de la clandestinidad, teníamos que ponernos "nombres de guerra" o sea nombres falsos y para que la pasma franquista no nos identificara quién realmente era cada uno de nosotros y yo escogí el nombre de Bruno y porque al fin y al cabo, me había identificado más con ese nombre que con el nombre de Javier (que en este caso en concreto, sí que no lo podía usar). Y así es como nació ese nombre y en honor a mi época de clandestinidad y a que me gustaba más el nombre de Bruno, pasé a decir sin más, que me llamaba Bruno.
Claro que por el camino me encontré con varias excepciones y una de ellas, era que en el trabajo tenía que decir que me llamaba Javier y porque era mi nombre legal y cuando tenía que firmar informes, recetas, muchas veces a lo largo del día, siempre hubo alguno que se daba cuenta que mi verdadero nombre legal, no era Bruno y era Javier. Y entonces siempre había alguno que se ponía pesado con mi puto nombre y porque me hacía llamar Bruno si mi nombre oficial era Javier. Y de aquellas no escribía tanto como ahora hago y porque si no les hubiera imprimido una respuesta digamos que universal y que fuera válida para todos esos curiosos morbosos. Por tanto tenía que explicar uno por uno, el porque me hacía llamar Bruno. Y claro, hasta que llegó un momento en que me cansé de dar tantas explicaciones a quién realmente le importaba un pito y entonces decidí, seguir llamándome Bruno para los verdaderos amigos y familiares más cercanos y Javier para el resto de la plebe. Y es que además, en todas esas explicaciones daba datos de mi pasado que a mi gustaba recordar, pero que a otros les parecía un tema muy raro. Y así ¿que te movías en la clandestinidad? y ¿en que partido militaste? y ¿te detuvieron muchas o pocas veces? y ¿porque lo dejaste?. Y a tí todo esto ¿que te importa?...pensaba yo para mis adentros. Y al final el que lo pagaba era yo y todo por un puto nombre. Pero como en el trabajo la gente se aburre y de tal manera, que te hunden a hacerte preguntas que en realidad, les importa una mierda tu nombre o que le cuentes algo de tu pasado. Yo siempre pensaba que si a mí me importaba una mierda el pasado de esas personas, pues que a ellos les pasaría exactamente lo mismo.
Además concluyo, mi pasado es mío y no es nadie más y me gusta compartirlo con quién quiero y con quién me da la real gana de hacerlo. Por tanto un día concluí que estaba cansado de dar explicaciones a personas a las no me unía un lazo afectivo y desde ese día, me llame Bruno para los más cercanos y Javier para mis compañeros de trabajo y para todo lo legal en que los papeles tenían que llevar mi nombre original.

No hay comentarios:
Publicar un comentario