Y a mí cuando me vendieron la moto de que la vida iba ser así y así de cojonuda, pues ¿para que negarlo?, me lo creí a pies juntillas y desde aquellas he puesto toda mi ilusión en que se cumpliera este asunto. Hasta hace muy poco me di cuenta de que me habían vendido la moto y porque la moto no eran tan moto y más bien era una bicicleta que andaba con sus pedales y que hubo que pedalear mucho para poder subir ciertas cuestas y todo eso, con todo mi esfuerzo y con todas mis ganas. La vida vale lo que vale y hubo momentos estelares y hubo otros, que fueron más que deprimentes y en que no me suicidé, porque en teoría yo apoyo el derecho a suicidarse, pero en mi práctica diaria y enfocado hacia mi propia persona, no lo apoyo en absoluto. Reconozco ese derecho, pero en mi caso y hasta en mis peores momentos en esta vida que nos ha tocado vivir, nunca me pasó por mi cabeza, el hecho de suicidarme. Aunque es verdad que hubo veces que me puse demasiado melodramático por el simple hecho de darme y dar pena, casi llegué a rozar esa idea. Pero eran más bien fuegos de artificio y para que alguien viera mi decorado penoso y lastimero y para que al final, se compadeciera de un pobre ser humano que lloraba y balbuceaba como si fuera un niño recién nacido. Pero bueno, esos fueron momentos muy concretos y muy delimitados en el tiempo y ahí se quedaron grabados a fuego lento dentro de mi pobre memoria. La verdad es que me da bochorno recordar este tipo de cosas y al mismo tiempo, ese recuerdo en concreto, aumenta mi fuerza para enfrentarme de nuevo a situaciones de este tipo. No sé quién decía que de las derrotas se aprende más que de las victorias y tenía mucha razón y porque lo duro y doloroso, te hace ser más valiente.
Pero claro, si hablamos de futuro no estaría mal ser más cautelosos y precavidos. Y puestos a decir frasecitas, ahora va esta..."que de este agua nunca beberé". Pues yo digo que la beberás, que la acabarás bebiendo sí o sí y porque en verdad ¿qué será de nosotros mañana, pasado o el año que viene?. A lo mejor nos convertimos en lo que ahora odiamos, aunque si me aplico este cuento a mi mismo, lo dudo y lo dudo mucho. Yo no puedo convertir en lo que ahora odio y hacerme el machito de un gallinero o usar la violencia para imponer mis ideas o explotar a alguien y pagarle una mierda y bajo la amenaza de que puedo expulsarle "de mi país". O convertirme en un ser racista y deleznable que va dando de hostias al que no esté de acuerdo con él. Yo por ahí no paso y porque si realmente pasara al final de todo, sería uno más de esa masa indecente y deshumanizada. No se puede pasar de tus principios y ponerte de perfil ante situaciones llenas de rabia y de odio. Yo intenté pasar de mi ideología durante un tiempo y porque consideraba que había sido traicionado, no sé por quién, pero el caso (mi caso) se basaba en eso, en sentir la traición de mis camaradas de lucha. Y como si ellos no estuvieran en el mismo caso que yo y porque todos estábamos igualmente perdidos en medio de aquella selva llamada, sociedad. Pues tardé un tiempo en comprenderlo bien y pasados unos años en mi pequeña existencia, me dí cuenta que yo tenía que ser el autor de mi propia ideología y poner unos principios por delante de mi llamado "pasotismo" y que esos principios se podían parecer a los que anteriormente tenía, pero que ya no serían iguales del todo. Derribé muros y abrí de nuevo mi mente y mi alma a todo lo que fuera solidario y que no fuera agresivo con la vida y con los seres humanos. Aunque todo hay decirlo, nunca había dejado de serlo del todo y porque siempre existió ese poso y ese sedimento en el fondo de mi alma.

No hay comentarios:
Publicar un comentario