Que no cunda el pánico,
¡que no cunda!,
no pasa nada,
no pasa nada de nada,
no pasa nada más que otras veces,
no hay nada nuevo bajo la densa niebla,
todo es conocido,
y por desgracia lo es demasiado.
Yo no me rindo así como así,
aunque me sienta cerca de ello,
pues siempre queda algo,
algo que te hace que te rebotes,
algo profundo y desconocido,
algo que te provoca una rebelión a bordo,
y ese mismo algo,
es el que te hace ponerte de pie,
y hace que vomites hasta la misma bilis.
Que no cunda el pánico,
¡que no cunda!,
pues estamos en el fragor de la batalla,
estamos abriendo frentes,
luchando, bregando, peleando,
y aclarando las ideas,
y fijando objetivos y quimeras,
y dando y dando los pasos necesarios,
los pasos necesarios para llegar a ello,
y sobre todo,
enarbolando la bandera de los sin guerra.
Si cunde el pánico,
y si cunde,
es mejor rendirse,
y entregarse al enemigo,
pero antes que ello,
y antes que rendirse sin condiciones,
aún queda la última batalla,
la guerra entre los mundos,
y la guerra de las galaxias,
la guerra total y absoluta,
la guerra del Universo entero,
y en esa batalla de caos y destrucción
es necesario y sobre todo lo es,
¡que no cunda el pánico!,
pues antes de caer ante él,
es preferible entregarse a la muerte,
o sino solo nos queda,
morir de pie,
y morir de pie y antes que vivir de rodillas.