LOS DOS LADOS DE LO HUMANO

Desde los tiempos en que se crearon las religiones, vivimos entre la culpabilidad del pecado y la bondad de los buenos actos. Antes daba igual, se podía pecar igual que no hacerlo y todo era igual de correcto y mientras no molestaras a los demás convivientes, vamos tenías que saber respetar al ser ajeno y ese era su único principio. Después todo se llenó de culpabilidades y que además se les tiño de eternas. Y así aún estamos pagando el pecado original de Adán y Eva y que además seguiremos pagando siempre.

Pues por eso yo no creo, no creo en religiones, no creo en Dios, ne creo en sus profetas, no creo en Alá ni en la Virgen Bendita, ni creo en las divinidades. Creo en lo que veo y en lo que estoy sintiendo y creo en mí y que remedio, porque si yo no creo en mí, ¿entonces quién me iba a creer?. Decir creo en los hombres, es demasiado decir, pues creo en algunos y en otros ya les pueden ir dando. Puedo decir que creo en la Humanidad, pues Humanidad significa sacar lo mejor que tenemos los hombres.

Por tanto declararte humano te compromete a muchas cosas.  Te compromete a ser mejor persona, te compromete a ser sincero y honrado, te compromete a respetar a los demás, te compromete a cuidar de lo que tienes, te compromete a ser solidario y te compromete a luchar contra las desigualdades. Y eso se dice fácilmente, pero no siempre se hace y entonces, ¡no es tan sencillo ser consecuente!. Por eso entre los humanos hay dos mundos distintos, hay los humanistas y hay los egoístas y el que gane uno u el otro, depende el futuro que tengamos.

De momento creo que van venciendo los del lado egoísta, pero es una simple batalla y quedan muchas por delante. Hoy estamos en un mundo individualista y se premia lo individual y egocéntrico, pero nosotros los humanistas, estamos dotados de paciencia y sabemos esperar el momento propicio, en ese momento donde cambiará el orden de las cosas. Pues la paciencia es una de nuestras principales virtudes y hemos de estar atentos y en cualquier momento se puede producir la chispa, la chispa que nos lleve a la revolución pendiente o como  se le llame. Como comprenderéis el nombre es lo que menos importa, lo importante es su contenido.

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JULIO CORTÁZAR