
Intuyo que el mundo no es mío,
y que es de otros,
y no sé si son muchos o son pocos,
pero de mío tiene muy poco,
pues sus ojos son rojos y no son verdes,
y su lengua está sucia de tanto deshecho,
y en cambio la mía,
es clara y concisa,
y cuando se suelta,
no para, ni se queda quieta,
y los oídos del mundo son gusanos negros,
ni oye, ni entiende,
y solo escupe cuando hierve,
y mis oídos son grandes,
y finos y sensibles,
y cuando escuchan el rugido de la tierra,
se ponen en punta
y quedan tiesos y atentos,
Y yo soy humano,
y tengo la desgracia de ser,
¡ un maltratador de la tierra!.
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