NIÑOS Y RECUERDOS

Si Dios quiere y repito, si Dios quiere, yo lo dejo todo, todo menos a mis hijos. Porque ahora soy Padre, bueno lo soy desde hace 18 años y que parecen 18 meses, pues es en lo único que el tiempo va al revés. y nunca te convences lo suficiente de que han pasado 18 años. Claro que eso te pasa cuando no los tienes delante, pues en su cara no tienes cojones para negarte a la evidencia, son más altos y también más guapos que tú, que tampoco es tan difícil y es que además ya tienen pelos hasta en los huevos. Siempre y siempre te parece que fue ayer el día de su nacimiento y el ayer resulta que fue, hace 18 años.

En el fondo nos negamos a que crezcan y queremos que sigan siendo niños el resto de nuestras vidas y nos moriremos recordando su infancia, su feliz infancia, en éste caso. Porque fueron criados asalvajados en medio del campo y entre grandes pinos frondosos y árboles frutales. Al aire libre y respirando oxígeno casi puro. ¡Joder! si yo recuerdo como un paraíso terrenal mi casa de la playa de Vigo y adonde iba con mis padres y mis hermanos en Verano, ¿como no van a recordar mis hijos su propio paraíso?, solo que en éste caso, el paraíso estaba situado en Chiclana (Cádiz).

Fui hace poco a esa casa, la de Chiclana y aunque un poco desvencijada, para mí sigue igual, una casa llena de risas y gritos de niños, de juegos, de cenas al aire libre y también de mosquitos, pues está cerca de las Marismas de Cádiz y las Marismas es un buen caldo de cultivo para que se críen esos bichos inmundos. Pero eso me da igual, la casa sigue viva por dentro y por fuera. La única gran pega es que la sombra que yo había montado con mis manos y que era sombra de parra frondosa y llena de olores, se había esfumado o la habían quitado los último inquilinos que tuvo esa casa (estuvo alquilada). Pero eso sí, los buenos recuerdos no hay quién te los quite y para mí esa linda casa llena de vida por todos sus poros, es gran recuerdo inolvidable.

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JULIO CORTÁZAR