Acabo de coger el coche y he comprobado que me sigo transformando en un ser agresivo y faltón, pues por mi boca salen culebras, sapos y unos cuantos tacos. ¡Joder que tío!,¡ no tienes puta idea!,¡ me cago en la puta!, ¡cabrón de mierda!, ¡hijo puta! y ¡quien te regaló el carnet, atontado de mierda! y eso por solo mencionar unos cuantos tacos. Agresividad bestial y es clara muestra de que no perdí mis facultades y de que sigo vivito y coleando y que no me arrugo ante las adversidades. También hay que decir a mi favor, que todo esto que digo, lo hago con la ventanilla del coche bajada y por tanto, nadie me oye.Pero yo si me oigo y me enaltezco escuchando mis bravatas y salgo como un tigre después de coger el coche. Salgo nuevo y reluciente y sobre todo lleno de orgullo, pues y a pesar del paso de los años, sigo siendo un gallito de pelea. Un gallito que solo cacarea y no pelea. Mejor así, pues todo es cuento y res pura fantasmada. Es una posturita ante el espejo de la vida. Qué bonita me quedó ésta frase, el espejo de la vida y ¡una mierda!. Y además en mi buga, ya está viejo y destartalado y con el cristal delantero a punto de petar. Y ese arranque que tiene y con ese botón de encendido (¡qué moderno!), pero no es por eso, sino porque la llave no enciende el buga. Y la ventanilla del copiloto que no baja. Y la puerta del conductor, que soy yo, en donde cuelgan: por un lado el sistema de apertura de la puerta y por el otro, los botones de subir y bajar ventanillas.
Y pensar que lo compré de segunda mano y en la época de vacas gordas y caro y no barato. 4.500 euros me costó de aquellas y ya sabiendo que iba a ser una mierda. Pues la intuición me lo decía y más me lo decía el impresentable que me lo vendió. Un estúpido vende coches que todo lo sabía y con ese rollo de siempre: "éste coche no tiene casi kilómetros, pues fue usado por unos pobres viejos que apenas se movían". Y voy yo y como un gilipollas que era, me lo creí, pero mi intuición me insistía que un tío así de pedante y de listillo, no podía ser un buen tío y erre que erre y al fina pudo el angelito bueno y por tanto, me tuve que comer el puto coche. ¡Y ese es mi coche y orgulloso estoy de que lo sea!. Y además, ¡Qué remedio me queda!.
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