GUERRERO

Cada vez que me veo delante de mi espejo me digo: tío palante y aunque asomen los primeros rasgos de mi vejez insisto en lo mismo, tío palante y aunque tengas que llevarte todos por delante. Yo ante el espejo me veo un guerrero y los ojos me salen de las cuencas y las pupilas se hacen balas afiladas. Bueno ésta visión sólo me dura un instante, después todo se torna como nublado y en el medio de esa nube estoy yo y estoy agazapado y a la espera de sentirme de nuevo un guerrero. Porque en el fondo me gusta la guerra o mejor dicho, me gusta el fragor de las guerras, pues matar no es mi principio ni lo será nunca, pero esa sensación de luchar por tu vida y hasta ese extremo, es lo que realmente me pone.

Reconozco que lo de que estoy realmente colgado es del subidón, del subidón adrenalínico. Y si yo hubiera nacido en otro sitio y ya desde pequeño hubiera practicado deportes extremos, pues a lo mejor ya me sentiría colmado y lleno. Pero yo nací en tiempos donde practicar deportes era de auténticos pringados y lo válido sólo era la lectura de libros engorrosos, las películas de arte y ensayo y las notas de la música psicodélica. Lo demás no valía, lo demás era pequeño burgués y punto y además no se discutía. ¡Joder! lo que son las modas, si leíamos libros que hoy en día aún no entiendo y venga marxismo y venga filosofía y venga psicoanálisis.

Ahora todo se basaba en libros y si esto lo había dicho Lenin, era verdad de fe o Mao o Marx o Engels y citas y párrofos y venga vueltas sobre lo mismo. Pero bueno todo eso también te aumentaba el conocimiento y te hacía analizar y tratar de entender las cosas. Porque si no fuera por ello, ahora no sería capaz de analizar tanto y eso está muy bien, pero ¡joder! de aquellas ya pudimos ser un poquito menos dogmáticos y no calificar a los deportes como burgueses y lo digo, porque a mi siempre me encantaron los deportes y cuando mejor pude practicarlos, me tuve que quedar con la miel en los labios. Y ahora mi vieja carcasa, ya no da para ello.

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JULIO CORTÁZAR