VIEJOS

Acabo de salir de la agencia de viajes y me quedé pensando qué: que la vida está demasiada cara y que para viajar desde ésta Isla, hay que ser millonario. La Isla de los ricos y donde todo es muy bonito y muy precioso, pero vamos a ver, como siga así me voy a quedar como los viejos que siempre veo. Si los viejos que aún sobreviven y que están todos los días frente al bar y sentados sobre un banco. Claro que yo normalmente me digo, yo no soy igual, ni acabaré igual.

 ¡Y una mierda!, acabaré como ellos y entrando al bar a las 6 de la mañana y cociéndome en alcohol a las 8. Vamos que la cosa da para cocerse varias veces al día, son demasiadas horas al libre al libre albedrío, pero de libre nada de nada, pues para los viejos de éste pueblo sólo hay dos soluciones posibles: que la espiches y que te quedes en el puto cementerio o que sobrevivas arrastrándote por el pueblo. Aquí no hay punto intermedio y voy al bar y después voy al cine y por último al teatro, por la sencilla razón de aquí sólo hay bares.

Y el Inserso aquí no ha penetrado, lo único que ha penetrado es la Once. Y la Once no quiere viejos pellejos, quiere ciegos y a falta de ciegos, pues tiene otros recambios. Por ejemplo los drogatas de lo dulce y de las chucherías diversas, sí a esos que llaman diabéticos, pero no dependientes de la Insulina, sino de los que se hicieron viciosos de lo dulce con el paso del tiempo. Pues los insulín dependientes ya nacen diabéticos, pero estos señores que ahora acaparan la Once, se les puso su sangre dulce y empalagosa, por exceso de engullir dulces. O sea que no hay otra alternativa que el tener que salir de ésta Isla y antes de que me haga más viejo pellejo.

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JULIO CORTÁZAR