EL PRONTO

No sé muy bien lo que quiero decir, porque hay momentos en que uno no se encuentra tan clarividente y atrapa una sensación por el camino, una sensación vaga y difuminada. Y pienso en las personas y en como se relacionan, pero pienso de esa manera en la que no se pueden sacar conclusiones y porque te sobrepasan las sensaciones o porque tus entendederas se manifiestan duras e insensibles. Pero aún así, pienso y pienso que el sistema de relación humano tiene carencias muy importantes.

Y yo intento comprenderme dentro de esa maraña tan rara, pero aún así no logro entenderme del todo. Y lo digo porque yo soy un tío que en general sabe escuchar y que presumo de tener los nervios templados y hasta ahí llego y a partir de ahí empiezo a no entenderme, pero después y de vez en cuando salta una chispa que hace que me vuelva loco y ya me convierto en un animal rabioso y entonces se van al carajo todos mis razonamientos juiciosos.


Como se dice, pierdo el juicio y como dice mi hijo pequeño, me sale todo el genio. O sea soy de los que aguanto tela y tela marinera, pero como alguien se muestre irracional conmigo y por ejemplo se ponga a pitar en el coche como un descosido, ya pierdo mi lado humano y me convierto en un poseído. No soporto a los que van por la vida imponiendo sus normas, pero que no los soporte no es óbice para que yo me convierta en un ser malvado y rabioso y lleno de odio y lo peor de todo, es que me convierto en un ser que está dispuesto a dar su vida ante semejante tontería. El pronto, lo llamaba yo, el pronto que me enciega y que a veces hace que me sienta el tío más tonto y gilipollas
de la tierra.

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JULIO CORTÁZAR