LA LUZ

Cuando veo un Fiordo, lo primero que me digo, es que cacho de precipicio tiene el asunto, que gran corte en picado y que altura tiene. La segundo, es que pienso en el frío que debe hacer allí, allí entre nieves profundas, hielos deshelados y helados, avalanchas y abetos congelados. Lo tercero, es que hago una referencia a la soledad del entorno, tú solo entre la nada y además entre la nada blanca inmaculada, porque con lo blanco destaca más la soledad.

¡Coño!, que ves una foto de un tío que está solo en el desierto y piensas que está solo, pero que su verdadero problema es otro, es el encontrar agua en un oasis o en pozo y desde luego, yo no pienso en su soledad y pobrecito de él que está confuso y perdido. Y porque de alguna manera el color de la arena te envuelve y te hace compañía, en cambio el blanco, parece más el color preludio que tiene la antesala de la muerte. Primero ves en blanco y al final, ves todo en negro.

Y además todos aducen eso, que lo primero que ves al chingar o al estirar la pata, es la luz al final del túnel y después se supone que todo será oscuridad. Se supone no, porque si tú le chaflas un ojo a un tío y sea por el motivo que sea, el tío te dirá después, si te sigue hablando, claro, que sólo ve oscuridad oscurantista y que en el momento justo de la chaflada del ojo, vio luces o vio destellos y además, se cagó en todos tus muertos.

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JULIO CORTÁZAR