UN MUNDO AL REVÉS

Si alguien piensa que yo voy a dejar de dar el coñazo de un día para otro, está muy equivocado. Yo esto no lo dejo ni estando borracho, ni ciego, ni sordo, ni haciéndome un ermitaño o un budista o miembro de una de esas sectas que de vez en cuando aparecen, bueno aparecen en la prensa, porque ellas como hormiguitas que son, siguen con su labor laboriosa de ganarse a su causa a cuatro descerebrados despistados. Pero eso sí, serán cuatro, pero cuatro adeptos furibundos y estarán dispuestos a dar toda su pasta y  hasta en el caso de algunos, a dar su propia vida.

Bueno los hay que nacieron para ser esclavos y sumisos, pues en la viña del señor tiene que haber de todo o eso dicen. Porque hay esclavos con cadenas y esclavos  con cadenas ideológicas y son peores éstas últimas, porque las que son físicas de hierro se pueden llegar a romper, pero las ideológicas, son cadenas de titanio de última generación o son cadenas compradas en el Corte Inglés y si aún así las rompes, te ponen otras nuevas.

Yo prefiero que no haya esclavitudes, pero a éstas alturas, es como pedir el milagro del ciego que quiere ver o del paralítico que quiere ascender el Everest. Pero quietos, que he mentado al demonio, que es la ciencia y quién sabe si dentro de un año vas tranquilamente andando por la calles de tu ciudad y ¡zas! te adelanta corriendo un paralítico sin piernas. Si sigo pensando, ¡que estamos construyendo un mundo al revés!.

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JULIO CORTÁZAR