
Debería ordenar mis libros
por orden de lectura o de no lectura.
Una estantería grande y espléndida
y para mis mejores libros leídos
algunos subrayados hasta dos o tres veces
y otros que permanecen impolutos y tal como llegaron al mundo.
Otra estantería más pequeña y menos ostentosa,
para los que me quedan pendientes de ser leídos
y que me supongo que algún día, leeré.
Y otra estantería y última, fuera aparte,
separada de las otras dos por una clara y manifiesta bolsa de aire
y para marcar distancia y poner tierra de por medio,
para los libros que nunca jamás, leeré,
sería mi librería de libros malditos
y condenados a morir en la hoguera de mi indiferencia.
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