BOSQUEJO DE UNA BIOGRAFÍA DE CUALQUIERA (Pedro Andreu)

 




A los cuatro, me escapé de la guardería

para perseguir gatos abandonados en el parque.

A los diez le abrí la cabeza a mi mejor amigo

con un ladrillo: cien puntos. Y una vida extra de milagro.

A los doce nos desahuciaron del piso

y mi padre ocupó un motel abandonado a las afueras.

Nos daba de comer latas que calentaba

en un hornillo en el aparcamiento.

A los trece descubrí que la literatura

era un pájaro negro que devoraba por dentro

mis gusanos. A los quince me largué a Barcelona.

Y la guardia civil llevándome de vuelta a los seis días.

Y mi madre llorando. Y la única vez que me pegó mi padre.

Nunca me olvidaré del cinturón de cuero entre sus manos.

Hecho en España a mitad de los ochenta.

A los diecisiete conocí las drogas y el amor,

que corría sin cabeza por el patio, como el pavo

de navidad al que mi abuelo cortó el cuello

de un tajo con un hacha.

A los veinte abandoné una carrera y me largué

catorce meses a las playas de Bali a fumar marihuana

y a pensar que la vida era una carabela

portuguesa llamándome.

A los veintiséis enterramos a mi padre

debajo de una higuera.

A los treinta he vivido con la mujer más rubia

que nunca había imaginado.

A los cuarenta visito cada sábado a mi madre,

que vive en una residencia para ancianos.

Me la llevo a comer a restaurantes familiares

y dejo que me hable de la vida como si desde las afueras

todo fuera más nítido y lejano,

y a momentos parece

un perro que persigue su cola hacia el alzheimer.

A los cincuenta, el futuro me espera.

No sé si llegaré jamás a los sesenta.

Nadie quiere tener setenta y siete años,

cuando los días han de ser una escopeta

descargando cada vez más cerca de tus pies.

Mi abuela vivió ciento catorce años.

Parece que a la muerte le temblaban las manos con ella.

Y que tardó bastante en acertar su corazón de porcelana roja.



Pedro Andreu

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