
Nunca se preocupó la lombriz
de mirar al cielo
y en busca de la amenazante sombra del pájaro.
Nunca me preocupé yo
por aquél ave rapaz que merodeaba alrededor de mi cabeza
y siempre dando vueltas y más vueltas
y para echarme el guante
y comerme entero y cagarme, después.
Todo lo que se come, después se caga
y nada es uniforme porque sí,
por el medio tuvo que haber la mano del hombre
y ésta recta tiene que ser perfecta
y ese horizonte tiene que ser una línea totalmente homogénea
que no moleste a la vista,
y sino lo es, se hace que así sea.
Todo lo aprendido se puede desaprender,
todo lo conocido puede hacerse desconocido y extraño
y raro y amorfo
e insulso y deprimente
y hasta aquél gran amigo puede pasar a ser tu peor enemigo.
Yo los dejo llegar hasta enemigo a secas,
pues de ahí nunca pasan
o mejor dicho, nunca los dejo pasar
y morirán en la orilla como tiene que morir un viejo amigo después del naufragio.
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