Malena tiene nombre de tango (decía un poeta)
y yo tengo nombre de sueño,
que no es mío y porque fue adoptado como una capa superpuesta,
pero según la declaración de los derechos humanos
todos podemos cambiar de sexo y hasta de personalidad
...y...
¿y porque no, de nombre?
No todo tiene que acabar en fronteras marcadas,
en límites establecidos,
en alambradas de espino...
Yo quiero ser del país de nunca jamás
porque no hay amores eternos,
ni nombres perpetuos,
ni la ansiedad es permanente
todos ellos fluctúan como bancos de hielo en la densa neblina de la mañana,
hay algo evolutivo dentro y fuera de nosotros,
la piel se descama y se transforma en piel más dura y seca
los párpados caen como persianas cansadas de tanto intentar ver lo
que no se puede ver,
los huesos se deslustran como esponjas de mar porosas,
y todo se hace más ciego, más cansado y más desgastado
todo se viste de color sepia y de vacíos rotos,
mis fotos son así,
rotas por el desgaste del tiempo,
carcomidas por hambre de ratones,
amarillentas de tonos otoñales,
y en el medio de esa foto
aparezco yo...
como escondido,
como medio borrado y difuminado,
como si mi cara fuera etérea y volátil
y como si de mis hombros salieran alas de algodón,
pero eso sí...
Malena tiene nombre de tango
y yo tengo nombre de sueño.

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