un violoncelo, un piano, unos pocos amigos.
Que avance una sonata
mientras en la ventana se oscurece la tarde.
Me resulta difícil escuchar,
entre una multitud, a un gran intérprete.
De nuevo hallé en la música
la soledad que me salvó en la infancia.
Desde entonces me tapo los oídos
cada vez que a Beethoven lo atraviesa, violento,
Napoleón montado en su caballo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario