TRES PREGUNTAS
Mi madre me dice que, cuando conozca a alguien que me gusta,
tengo que hacerle tres preguntas:
¿A qué tienes miedo?
¿Te gustan los perros?
¿Qué haces cuando llueve?
De esas tres, dice que la primera es la más importante.
«Tienen que tener miedo a algo, cariño. Todo el mundo lo tiene. Si no tienen miedo a nada, entonces no creen en nada, tampoco.»
Te conocí un domingo, justo después de misa.
Una mirada y mi corazón cayó en mi estómago
como una trampilla.
En nuestra segunda cita, te pregunté a qué temías.
«Arañas, sobre todo. Estar solo. Niños pequeños, como
los que acaban de aprender a empujar a otro niño en el parque.
Oh y el espacio. Mierda, el espacio.»
Te pregunté si te gustaban los perros.
«Tengo tres.»
Te pregunté qué haces cuando llueve.
«Dormir, generalmente. A veces me siento en la ventana y veo las gotas de lluvia
correr. Hago un refugio de plástico en mi patio trasero para todos los animales callejeros;
Les dejo comida y un lugar donde dormir.»
Sonrió como si lo supiera, como si su madre le hubiera dicho lo mismo.
«¿Y tu?»
¿Yo?
Tengo miedo a todo.
Al agujero de la capa de ozono, a la mujer que vive al lado que nunca sonríe a su perro, y especialmente a todos los secretos por los que el gobierno debe estar partiéndose la espalda para que no sepamos.
Me gustan muchísimo los perros, no te imaginas.
Duermo cuando llueve.
Quiero decir a todo el mundo que los quiero.
Quiero encontrar a cada animal callejero y traerlo a casa.
Quiero despertarme en tu pelo y hacerte un café asqueroso
y besar tu cuello y dibujar monigotes de palo de nosotros.
No quiero volver a preguntar nunca más estas preguntas a nadie más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario