Poco a poco se hicieron batallón y una plaza de taxista era como casi conseguir un trozo de cielo, y ahí ya empezaron las primeras escaramuzas, pero lograron controlarse más o menos y el caso es que se organizaron un poco y establecieron paradas de taxis. Pero los días y años transcurrían y llegaron tiempos de represiones, era la última época del franquismo y ellos se pasaban el día observando y observaban tanto, que hasta se dió cuenta la poli, de que los taxistas podían ejercer de espías y de chivatos. Hubo muchos, que cumplieron esa misión perfectamente y recibieron palmadas en la espalda a cambio de ello. Palmadas y algunos beneficios, claro.
Después vino la democracia, si esto mismo que tenemos entre manos o mejor dicho que tiene ellos, los poderosos entre sus manos y a lo que iba, los taxistas tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos. Y como no tenían de quién chivarse, se dedicaron a jugar entre ellos y fundaron mafias de taxistas, unos se imponían sobre otros y a golpe de amenazas que a veces eran cumplidas. Los cuatro buenos que quedaban cada vez estaban más aislados, pero estar estaban y siguen estando. Pero bueno, a lo que voy y para acabar, se calentaron tanto y tanto entre los unos y entre los otros, que llegó un momento en que se peleaban todo el día y aquí en Menorca, por ejemplo, llegado el mes de Julio y de Agosto o sea cuando llegan más guiris, no se llegaban a atropellar o a matar pero casi. Entonces tuvieron que ponerle un árbitro, un árbitro para los taxis y pagado por nosotros (por nuestro glorioso Gobierno Local, que tiene más jeta que espalda), un tío que les dijera a esos descerebrados llamados taxistas: ahora te toca a tí y después a él y en tercer lugar, al siguiente y por último, al que está detrás de todos vosotros. Vamos, peor que en una guardería de niños o peor que ponerse en una fila del Imserso cuando van a por los platos de la comida. Con esto ya está dicho todo.

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