“Hay muchas formas de estar presa,
pienso mientras avanzo por el páramo.
Después del almuerzo es ley que mamá duerma la siesta
y que yo salga a caminar.
Los árboles desnudos y azules y el cielo de abril de madera desteñida
tallan en mí con cuchillos de luz.
Algo de todo eso me recuerda la infancia—
es la luz del tiempo estancado después de almorzar
cuando los relojes hacen tictac
y los corazones se cierran
y los padres vuelven al trabajo
y las madres se quedan paradas frente a la pileta de la cocina pensando
en algo que nunca dicen.
‘Recuerdas demasiado’,
me dijo mi mamá hace poco.
¿Por qué aferrarse a todo eso? Y yo dije:
¿dónde puedo dejarlo?”.
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