Yo recuerdo que mis padres eran mis propios padres y eso no lo voy a discutir no ahora ni nunca, pero eran unos perfectos desconocidos que decían ser mis padres y yo lo acepté y además, que remedio me quedaba y porque no podía irme de casa con un año de vida. Y entonces no tuve otro remedio que acoplarme a ellos y me hice a mis padres y sin saber en que historia de miedo me estaba metiendo. De bebé y sinceramente lo digo, no me acuerdo de nada y tendría que recurrir a los 4 o 5 años y para poder acordarme de algo y poco o muy poco tengo grabado de esa época en mi disco duro. Sólo tengo pequeños recuerdos que tampoco me dicen mucho. Pero por las fotos que tengo de esa época, yo parecía un niño saludable, con cara redonda con mofletes y que mostraban perfectamente mi bienestar en esa época. Y lo peor vino después y y dejé de ser aquél niño saludable que salía en las fotos y como si fuera un niño anuncio de papillas que ahora serían imposibles de ingerir. De muy pocas cosas me acuerdo de esa época y es de suponer, que fuera por mi corta edad o porque ya de aquellas me quería olvidar de todo lo que me iba a venír por delante. Bueno, pues eso pasaron dos o tres años y tuve mis dientes de leche y mamé de la teta de mi madre y puede ser que mamara demasiado fuerte o en cantidades que serían desorbitadas y lo digo, porque a partir de esas mi madre me cogió una manía insoportable y de repente dejé de ser ese bebé bien alimentado y con cara de niño saludable y pasé a ser un cero a la izquierda, una mierda de niño que solo molestaba y por ser un puto estorbo, que vamos a ver que mis mismos padres no me aguantaban ni en pintura y que era una molestia mucho más grande que mis anteriores hermanos. Yo era el más pequeño de todos, pero debí venir a destiempo y cuando no contaban con tener a otro niño y va y les salgo yo. Mis hermanos eran un par de cabrones redomados, que por la caña que le estaban metiendo mis padres. pues pasó que adoptaron la teoría de los vasos comunicantes y entonces ellos cumplían perfectamente con esa teoría y por eso me metían caña a destajo. Claro que todo esto nunca se lo dije y porque era demasiado pequeño para hablar con ellos y para explicárselo y como correspondía y porque tampoco me iban a oír y preferían salvarse de esa quema que eran mis padres y sobre todo, que era mi madre. Y además mi hermano era el chichi de los dos y el era todo un ejemplo de como debía de ser un niño mimado y consentido y a él todo se le perdonaba y en cambio a mi hermana no le perdonaban ni una. Después y más tarde, ya me enteré que a mi tampoco me lo permitían.
Y así transcurrió mi linda infancia y no sabéis lo que sigo de agradecido a los meses (que eran cuatro) que nos íbamos a veranear a Samil y que era la playa de Vigo, pero que fuera la playa de Vigo a mi personalmente me importaba un pijo y porque yo solo quería salir de aquella casa de Vigo y donde la tortura de cada día, era como estar en una verdadera cárcel dedicada a las torturas y por eso cuando se aproximaba el verano, la libertad se respiraba y como si fuera una revolución verdadera, que tampoco lo era tanto, pero yo era un niño, yo poseía el poder de imaginarlo. Mi madre se relajaba y mi padre también, aunque a mi padre le ardía la sangre y por tener que ir a currar a un banco al que odiaba y con todas su ganas, pero que tenía que hacer el papel de que tenía un papel muy importante dentro de su banco. Además y me acuerdo muy bien de su película, en verano le tocaba madrugar y porque el banco estaba más lejos y cuntas veces tiuvimos que escuchar que se levantaba a las 6 de la mañana y para coger un puto bus de mierda y para dejarlo a las puertas de su trabajo. Mi padre tampoco era excesivamente pesado, pero su obsesión preferida era pasarnos por delante de nuestras narices que el madrugaba un huevo y mientras nosotros dormíamos como lirones y justo y hasta que el sol nos daba en la cara y entonces y como jinetes del apocalipsis salíamos hacia ese destino desconocido, que era nuestra existencia de cada día. Y porque había que saber como se había despertado mi madre y si era con el pìe correcto a lo mejor hasta nos cantaba y si era el contrario pues a lo mejor nos caía una buena bofetada y para que nos enteráramos y de una vez por todas, como sería el día que nos esperaba.
La violencia era la señal que mejor la identificaba y para ella una buena bofetada y dada con todas sus ganas, era una señal de advertencia y después podían venir más hostias o que simplemente ese día se sintiera amable y cariñosa y en cambio de 20 hostias nos podían caer 5. Y así era nuestra hermosa vida de aquellos tiempos. En verano y sobre las 11 o 12 de la mañana, nos tocaba ir a la playa pero antes tocaba revisión de nuestros quehaceres y porque tenía su lógica que algo tuviéramos que hacer y el tema consistía en saber si habíamos regado las plantas y la huerta (y porque la simple lógica, era lo mínimo que teníamos que hacer) y entonces y a partir de ahí, la fiesta si que era nuestra y nuestro madre se relajaba y porque decía que durante un rato estaba con sus amigas que eran unas arpías y nuestro padre estaba currando y nosotros mismos éramos los dueños de nuestro propio destino. Y la felicidad de aquellos momentos era como subirse a un cohete y salir corriendo y huir de aquél infierno que alguien había disfrazado de amable veraneo y nos entraba una felicidad indescriptible y que además, siempre acababa en aquella playa que me encantaba pero además, siempre le estaré profundamente agradecido y durante toda mi vida. La libertad, el mar, la arena, el sol que era mucho más suave que ahora, la brisa marina, las rocas que siempre fueron tan agradecidas conmigo y cuando tuve perro y que no era mío y que era de unos putos madrileños todos finos y refinados, que veraneaban en un sitio donde no les dejaban tener el perro y entonces y en una jugada maestra y digna del mejor ajedrecista, yo me propuse para cuidarlo y eso hice y con toda la ilusión del mundo y durante tres largos meses yo era su puto dueño y el me reconocía como tal. Menudos preciosos recuerdos tengo de aquél hermoso perro y se llamaba Tobías y tan bueno era su recuerdo que hasta a mi hijo mediano le propuse que su perro se llamara Tobías y en honor a su recuerdo. Y hace unos años murió mi segundo Tobías, pero emi memoria está su nombre y hasta está dentro de mi contraseña pero con un añadido que por supesto no quiero decir.

No hay comentarios:
Publicar un comentario