CRÓNICA MARCIANA (Más de fiestas)

Sigue la crónica marciana de las fiestas de éste pueblo. Ahora son las 3 de la tarde y cae una solana que te cagas y yo así y con estos pelos. De momento hay silencio de siesta y sólo se escucha el relincho de un caballo y a dos perros que le ladran. Todo está en su sitio y solo toca la espera de que empiece el primer jaleo, que creo que es a las 5 de la tarde. Mientras el pueblo hace que duerme la siesta, veo a sus ciudadanos en la cama y con los ojos abiertos y dando vueltas sin parar, los nervios se palpan y se tocan y no saben que hacer y de vez en cuando se levantan para irse acicalando y ¿que hora es? y ¿cuando nos vamos?, ¿y cuánto falta?.

                                        Los nervios de cada año. El caso es que aún no sé como les tiemblan los nervios, y es que por mucho que me ponga en su caso, pienso que deberían estar acostumbrados. Aunque supongo que las pasa igual que a mi cuando llega la Navidad, que por mucho que he intentado renegar de ella, no hay manera y las mariposas en tú estómago siempre hacen acto de presencia. Y ahora con los hijos para que contaros, soy el fan número 1 de las navidades, bueno lo tuve que ser mucho más que ahora, pues los chavales van creciendo y ya se sabe, a más crecimiento menos creencias (relación inversa).

                                       Empieza a tocar la banda a ritmo de charanga y que gusto dá tenerla de hilo musical. Eso si que es una verdad: una fiesta sin una charanga eso no es ná. Esa música, esos caballos y ese tumulto de personas, eso es la fiesta de verdad o la fiesta popular, pero como yo soy un extraterrestre, prefiero verla desde la palestra.

                                      Ahora vienen a traer los colchones de las fiestas, creo que eran sobre doce o terce colchones y donde pernotarán 17 niños de 15 años, niños y niñas, claro y entre ellos dos de mis hijos y todos metidos en la casa de la madre, de Lourdes que suena mucho  mejor. Cena, dormida y comida, para 17 buzones sin fondo, pero los chavales se que se van a portar, no son como yo era: un golfo sin escrúpulos, un maleducado y un hijo desagracecido, según el dicionario materno de mi época.

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JULIO CORTÁZAR