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| No es una raya de farlopa. Son salinas, drogactas de mierda. |
Me acuerdo de chaval la visión que me daban los viejos, parecían seres de otros mundos, siempre pensativos y ensimismados y con la vista perdida. Después, que nunca sabías cuando te iban a gruñir y te acercabas a ellos con miedo, pues era casi seguro el bufido de cabreo, pero algunas veces, más bien pocas, te sorprendían con palabras cariñosas. De todas formas no sabías muy bien lo que preferías, si el gruñido de ballena o esa caricia que te pillazcaba la cara y el sobeteo del pelo y que siempre acababa en el consabido, que guapo eres, hijo y como te parecías a tú madre o a tú padre, según convenía.
A mi me llamaba mucho la atención sus arrugas acartonadas, pero sobre todo, eran sus pelos negros largos y puntiagudos como cuchillos afilados, que le salían por toda su cara. En la nariz, en las orejas y en la zona de la barba y un beso de aquella lija reseca, era un martirio sin cilios. Y ahora cuando me veo en el espejo, veo a esos mismos pelos negros que crecen en los sitios más inverosímiles y me hago la pregunta tonta del día: ¿me verán los niños igual que como veía yo a los viejos?. pues claro, no te jode, pues claro que se fijaran en algún pelo asqueroso negro, pues alguno siempre se escapa a mi vista cansada. Y el gruñido o bufido, ¿me sale igual?, o ¿de momento no me sale?. Yo que sé, a partir de ahora tendré que fijarme.

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