DOLOR DE PADRE

Ya está, ya está el pescado vendido, pues hoy ya he vendido mi dosis de ilusión. Hoy toca realismo soviético y al pan, pan y al vino, vino y nada de ensoñaciones maquiavélicas. Hoy toca lucha diaria, hoy toca bajar al ruedo de la realidad y hoy toca vestirse de marrón. Un buen marrón tengo por delante y una conversación pendiente, desagradable sí, como todas las conversaciones que tocan el material sensible de otra persona y más si esa persona es tu mismo hijo.

Porque como padre, soy eso, padre y más bueno o más malo no lo sé. A veces pienso que soy bueno y en cambio en otras, pienso lo contrario y cuando pienso en eso, sé que podía hacer mucho más. Sí podía bajar o subir más veces a su nivel y ponerme a su misma altura o bueno quedar un escalón por arriba y por eso de mantener un punto de autoridad. Yo como hijo fui un verdadero fracaso para mis padres y también para mi, pues no supe conectar con ellos, ni quise y ni siquiera, lo pretendí.

Podía soltar un verdadero rollo sobre mis padres y así cubrir mi lado de culpabilidad, pero eso ahora ya no me sirve como coartada. Yo fui como fui y fui y como decía mi madre, fui un chico arisco y de mal carácter y callado y orgulloso y terco. Y ahora no me encuentro con la orna de mi zapato, por suerte no, pero me encuentro en la misma encrucijada de la que hace mucho tiempo salí, solo que al revés, ahora yo soy el padre y como padre tengo que hablar a fondo con mi hijo. Tengo, debo y quiero y es lo que voy hacer, pero por dentro siento dolor. Como se dice, dolor de Padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR