
Se rompió el hechizo,
y ahora ya no hay magia,
ni hay rana que salta,
ni la princesa da besos,
ni siquiera el sapo
se convierte en un príncipe apuesto,
solo hay coches aparcados,
y algún peatón despistado,
se fue la magia y se fue el encanto,
ya no hay luces de neón,
ni hay letreros luminosos,
solo hay ruidos de motores
y cagadas de palomas en los balcones,
y mientras el río sigue creciendo,
y el agua casi llega a la altura del puente,
y yo entre lluvias y temporales,
cojo el tranvía,
y compruebo que la magia ha desparecido,
y los adoquines no son piezas de un puzzle,
y los árboles del parque no son los pilares del Infierno,
y entonces me acuerdo,
que tengo que irme a casa corriendo,
allí me espera mi perro,
y se que me va a recibir dando saltos,
y moviendo su enroscado rabo,
y me quedo con esa idea fija,
y después me dejo llevar,
me dejo llevar por los sonidos del tranvía.
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