SANGRE CALIENTE

Dicen que cuando un río suena, es que agua lleva. Y yo no lo tengo tan claro, pues a mi me suenan más alto mis latidos y no sé si es porque mis venas llevan más sangre o porqué mi sangre se convierte en horchata granizada y de vez en cuando se atasca y por tanto mi corazón tiene que bombear con más fuerza. No sé si abrirme las venas y ver lo que cojones tengo y así satisfago mi curiosidad malsana. Aunque a veces parezca frío, yo soy un tío de sangre caliente y muy caliente y tan caliente que a veces hiervo por dentro. Por eso mismo soy tan pasional y visceral, pues ante las dificultades me salen sarpullidos de impaciencia y el veneno se me acumula en la lengua.

Por eso hay momentos en que cuando hablo, escupo veneno y es un veneno muy mortífero. Después viene una pequeña fase de arrepentimiento y me digo, ¡tío que has hecho!, pero ésta dura poco y a continuación  pongo mis cinco sentidos en como salir del embrollo. Y a veces puedo salir y en otras, pues no. Pero tengo que partir de esa base, que soy un tío que no se muerde la lengua y que en ese preciso momento soy demasiado rápido y las palabras van por delante de mis pensamientos y cuando me quiero dar cuenta, el  daño ya está hecho y además es irreparable.

Podía darme por callarme o por toser compulsivamente o por echarme una paja en su cara, pero no, me da por contratacar de inmediato y por ir directamente a su yugular. Después observo el destrozo y me quedo perplejo y anodadado. Si  y porque solo veo trozos de carne y mucha sangre, muchos charcos de sangre y es cuando me doy cuenta que me he pasado tres pueblos. Cada uno tiene que vivir con su propia penitencia y ésta es la que me ha tocado vivir a mi, las consecuencias de ser un tío de sangre caliente y volcánica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR