Y ahora estoy en la duda, debo hacer esto o debo hacer lo otro o debo hacer lo de la moto. Más moto no me hace falta, pues de eso estoy sobrado y además, le tengo miedo a las motos. Y eso que me gustan las motos, pero no tiene nada que ver el gusto con el miedo. Pues ya son la 1 y media de la tarde y ya estoy en plena decadencia, me está entrando un sueño del carajo. Lucho contra la idea del irme a sobar, porque aunque parezca mentira, yo también tengo mis obligaciones y una de ellas, es hacer la comida.
Y si quiero y exijo tener derechos, primero debo cumplir con mis obligaciones y qué bien suena esa frase de cara a la galería, suena a tío profundo y sesudo, a tío que se come el coco, a tío que tiene materia gris. Sí, a mi me gusta presumir de mi cerebro y eso que no estoy libre de pecado y a veces caigo como un pardillo y todas esas situaciones tienen un punto en común, que me dejo llevar por mi entusiasmo por lo humano. O sea que me creo en principio lo que me dice la gente y no me fijo que quién me lo dice, es un tío tirando a baboso.
Y me cuelan cosas inconcebibles, pero también tengo que decir, que ese es un estado transitorio y al cabo de unos horas o de unos días, aterrizo sobre la puta realidad. Y todo es porque confío en la raza humana y además no entiendo, el que uno quiera meterme una bola sin sentido. Claro que es sin sentido para mí, no para el baboso que me engaña, para él tiene un sentido el hacer alardes de grandeza y a mi la grandeza me la paso por donde ya sabéis donde. Su grandeza es suya y puede tener muchas medallas, pero mi grandeza es otra y es mucho más alucinante.

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